El arte español, al igual que muchas otras expresiones de la misma índole alrededor del mundo, tiene sus primeras manifestaciones en la prehistoria, más específicamente en el arte paleolítico. Desde entonces, y hasta el Siglo de Oro Español, se ha caracterizado por diversas manifestaciones que expresan el eclecticismo de decenas de culturas.
Las primeras señales de arte rupestre en la península se descubrieron en el siglo XIX. En 1872, se encontraron pinturas rupestres en el techo de la cueva de Altamira, pinturas que representaban cacerías de animales salvajes. Posteriormente, se encontrarían otras pinturas en zonas al norte de España y en Málaga.
Las teorías estipulan que los hombres de esa época realizaban estas pinturas con fines mágico-religiosos, es decir, las dotaban de un carácter sagrado, además de obvias connotaciones sexuales.
Los hombres veían en su entorno, animales y fenómenos de la naturaleza, objetos sagrados que debían adorar. Por eso mismo, los primeros habitantes buscaban un realismo exacerbado, por el cual la magia de los animales se transmitiera de forma directa a los discípulos de aquella primera religión. Para tales fines, se utilizaba la policromía, las manos y diferentes herramientas, como pinceles, que aparecieron con el tiempo.
Esa veneración de lo sagrado derivaría más tarde en otras manifestaciones artísticas religiosas, como la adoración de sitios, lugares y objetos con formas de animales, lo que sería la veneración de tótems. Además, esa necesidad por reflejar situaciones de la vida cotidiana junto a la adoración de deidades y criaturas mágicas se incrementó luego con la apropiación de nuevas herramientas, técnicas soportes y paradigmas, los que cambiaron la forma de representación.
La escritura, en este sentido, también daría espacio a nuevas manifestaciones con los mismos fines, la explicación mediante el mito y la veneración. Asimismo, la escultura y orfebrería también cumplirían un rol similar con el paso de los años, haciendo palpable y experimentales los conceptos religiosos. Grabados en piedras y metales que dieran a conocer la misma expresión, la misma necesidad de comprensión de los fenómenos vitales.
Con el cambio climático de hace 10.000 años, los pobladores de la península migraron a la costa levantina, cambiando su forma de pensar y llevando el arte a los espacios exteriores. En este punto, el hombre comenzó a ser representado.
Con el pasar, comienza a desarrollarse un pensamiento abstracto, lo que deriva en pintura esquemática cerca del 1500 a.C. Ahora existen formas antropomorfas que narran situaciones cotidianas.
Con la llegada de los fenicios y los cartagineses, comenzó a desarrollarse un arte antropomorfo basado en los metales preciosos de la región. Luego la influencia griega, y posteriormente la romana, influiría de forma directa sobre la forma fidedigna del motivo, tanto el arte religioso como laico.